Capítulo 16: Viaje en barco por Komodo.

 6 Agosto 2024. Komodo.


El viaje en barco a Komodo desde Lombok lo había escuchado ya antes pero no me picó de verdad la curiosidad hasta que en mis primeros días en Uluwatu Lenka y Megan me dijeron que había sido lo mejor de su experiencia en Indonesia, así que se lo comenté a Maido y ambas decidimos que 4 de nuestros días de viaje serían haciendo la excursión en barco. Pagamos unos 200€ por persona por el pack, incluía la excursión en barco de 4 días y 3 noches, la comida, camarote para las dos y todas las excursiones y tuvimos que comprar un vuelo desde la isla de Flores a Bali para volver tras finalizar el viaje en barco que nos costó unos 60€. 

Un taxi nos recogió en el hotel de Kuta, en Lombok, y nos llevó hasta el puerto donde embarcamos. El barco a simple vista parecía bastante ruinoso y cuando entramos confirmamos que lo era. Yo me lo esperaba así porque ya había escuchado comentarios al respecto. Maido y yo compartíamos un "camarote", que básicamente era una cama separada del resto por unas cortinas y una pasillo de medio metro de ancho. Había 3 baños para todos y el baño resultaba bastante curioso, estaba el váter, un barreño con agua y con un cazo a modo de cisterna manual y una alcachofa de ducha pero sin plato de ducha, lo cual es muy habitual aquí en Indonesia en la mayoría de los alojamientos donde nos hemos quedado. Un baño muy confuso, lo mismo iba uno al baño a hacer pis y acababa duchándose o iba a ducharse y lo hacía con la cisterna. 

Esperamos sentadas en la cubierta del barco durante una hora a que todo el mundo fuese llegando, primero estábamos solo nosotras y 4 alemanas, después llegaron unos holandeses y finalmente llegó todo el grupo que faltaba, había muchos británicos, alemanes y algunos franceses e italianos, éramos un total de unas 40 personas. Cuando estábamos todos ya en el barco, nos sentamos en el suelo de la cubierta a esperar a que nos sirviesen el almuerzo, aquello parecía Gran Hermano, todos mirándonos los unos a los otros sin saber quiénes éramos y sabiendo que compartiríamos 4 días allí metidos todos juntos. Maido y yo jugamos a descifrar las nacionalidades discretamente. Una vez que terminamos el almuerzo, que no podía ser otra cosa que noodles con verduras, empezamos a navegar.

La gente empezó a charlar y a conocerse y pasamos unas 4 horas navegando hasta que paramos en una isla para ver el atardecer. Para bajar a la isla, tuvimos que montarnos en un bote que nos llevaba hasta la orilla, como el bote era pequeño y éramos muchos, el bote dio 3 viajes para llevarnos a todos. En la isla tuvimos que subir un monte y desde arriba vimos el supuesto atardecer, el cielo estaba cubierto de nubes, así que más bien tuvimos que imaginarlo. Volvimos al barco y nos dieron de cenar y nos quedamos en la cubierta un rato charlando con la gente hasta que llegó la hora de dormir para nosotras, las 9, y nos bajamos al camarote a dormir. Hacía un calor insoportable allí abajo y nuestra única arma para combatir ese calor era un pequeño ventilador que había colgado de una pared. Nos estábamos muriendo de calor allí abajo y por si eran pocas las fatigas, de repente se fue la luz, el ventilador se paró y el cargador del teléfono de Maido explotó. Estábamos sudando como monas pero tras un rato la electricidad volvió y empecé a disfrutar del fresco del ventilador y de los botes que daba el barco navegando. Me recordó a cuando dormía en los descansos de trabajo en el avión cuando era azafata con el balanceo de las turbulencias. 

Contra todo pronóstico, dormí de maravilla y a las 6 am se escuchaba a uno de los locales gritarnos por la escalera de entrada al camarote para despertarnos. Media hora después ya estábamos arriba en la cubierta desayunando pancakes con banana y viendo desde ahí arriba la silueta de un par de tiburones ballena gigantescos que estaban por la superficie del mar. La gente de nuestro barco y de los barcos que había al lado empezó a saltar al agua con las máscaras de snorkel y nosotras también nos unimos en cuanto acabamos el desayuno. En realidad, habíamos decidido hacer lo del barco sin ni siquiera haber consultado qué incluía, así que fue una grata sorpresa bucear al lado de los tiburones ballena. Había uno adulto, que era gigantesco, una cría, algo menos grande y otro de tamaño medio. Las mantas que habíamos visto en Nusa Penida y las tortugas de Gili T se quedaban al margen de esas criaturas tan espectaculares. Cuando terminamos de bucear tuve una sensación agridulce porque obviamente me había sentido toda una afortunada al haber podido deleitarme con esos animales marinos pero, por otro lado, sabía que esos animales no estaban allí de manera natural y que era porque había un barco pesquero alimentándolos allí para hacer de ellos una actividad turística. 

Pasamos allí parados alrededor de una hora y después empezamos a navegar de nuevo, el plan después era navegar durante todo el día hasta la mañana siguiente. Nos quedamos todos en la cubierta del barco en bañador, tomando el sol, leyendo, charlando y bebiendo cerveza hasta la hora del almuerzo. Cuando estábamos empezando a almorzar, empezó a llover muchísimo, así que la gente empezó a meterse en sus camarotes. Maido y yo nos metimos en la cabina del timón y estuvimos allí charlando con los locales mientras comíamos. Tenían allí dentro varios colchones donde dormían, así que había un par de ellos allí tirados durmiendo. Cuando terminamos de comer, nos bajamos al camarote y empezamos a sentir cómo las olas se apreciaban cada vez más y más. Maido y yo nos empezamos a marear muchísimo y nos empastillamos con biodramina y nos tumbamos en la cama. Las olas cada vez iban a peor y el ventilador se caía constantemente de la pared a la cama. Yo estaba tan mareada que no podía ni incorporarme para colocarlo, así que le tocaba hacerlo todo el rato a Maido. Parecía que estábamos metidas dentro de la centrifugadora de una lavadora, el cuerpo se levantaba casi entero de la cama con los botes del barco. Hice un par de veces el intento de levantarme pero fue imposible, cada vez que ponía el cuerpo en vertical, el vómito empezaba a asomarse, así que me di por vencida y decidí quedarme allí durante todo el día. Después de aguantar las ganas de hacer pis durante mucho rato y contemplar todo tipo de posibilidades alternativas como mear en una botella, me puse en pie y a media noche tuve que salir a cubierta para ir hasta el baño. Fue muy complicado pasar por el pasillo de los camarotes sin caerme, subir las escaleras y atravesar todo el barco hasta llegar al baño. Ni que decir tiene que hacer pis dentro del agujero del váter tampoco fue tarea fácil con tal balanceo y esos botes. Después volví con la misma dificultad a la cama pero orgullosa de no haber echado la pota y me volví a dormir. Amanecí con la alarma del móvil a las 5:30am y la centrifugadora ya había parado. Me había puesto la alarma, creyendo que no iba a ser necesaria después de unas 15 horas de sueño, para ver el amanecer. Me desperté y subí a cubierta, no había nadie a excepción de un par de personas que se habían quedado allí a dormir. Me senté en la proa en una escalerita y contemplé el amanecer y disfruté muchísimo de la calma matutina y de las olas que ya se habían relajado. En tan solo unos minutos, aquel amanecer compensó todas las fatigas del día anterior. Estaba sentada en el sitio más privilegiado del barco, viendo el amanecer, el mar, las islas de alrededor y disfrutando de la brisa fresca en mi cara. Poco a poco la gente empezó a despertarse y a subir a cubierta y casi todos habíamos pasado un día horrible, muchos habían vomitado, casi nadie había salido de sus camas o subido a cenar la noche anterior, así que no fuimos las únicas. 

El día empezó bien y continuó mejor. Paramos en Komodo para ver a los dragones. Íbamos todo el grupo junto con varios guías que llevaban un palo por si al encontrarnos a los dragones, se ponían agresivos. Nada más empezar vimos a un dragón adormilado y a muchos turistas, nosotros incluidos, alrededor sacando fotos y grabando videos. El dragón no parecía ser consciente de la muchedumbre que lo miraba boquiabierta. Había escuchado que los dragones estaban drogados y aquella estampa básicamente lo confirmaba. Seguimos caminando por el bosque y vimos a un par de ellos más, estos algo más activos. Cuando ya nos íbamos y estábamos en la orilla de la playa para volver al barco, otro dragón pequeño se nos acercó por detrás a los que íbamos al final del grupo y unos de los guías rápidamente se acercó y se puso frente a él con su palo. Parecía más preocupado por este dragón bebé que por los que habíamos visto anteriormente y quizás fuese porque este, al ser una cría, no estaba tan drogado como el resto. Yo no sabía que el dragón de Komodo era un animal peligrosísimo, me enteré después charlando con la gente y me alegré de no haberlo sabido cuando estábamos haciendo el tour. Además, dicen que son animales muy rápidos, por lo que no me extraña que para evitar cualquier tipo de incidente los tengan algo drogados. Bueno, pues otra experiencia más, puedo hacer check de que he visto a los dragones de Komodo, que es una especie que solo se encuentra en ciertas islas de Indonesia en todo el mundo. 

Después subimos al barco y continuamos navegando. Al cabo de un par de horas, paramos en una playa rosa. Había escuchado que el rosa de esas playas no solía apreciarse pero por suerte, la playa se veía perfectamente rosa y si te acercabas a la arena de la orilla se veían claramente los trocitos de coral rojos que le dan ese color. El mar era de un azul precioso. Hicimos snorkel y vimos muchos pececillos de colores y el agua completamente transparente. Cuando estaba descansando tranquilamente en mi toalla contemplando el paisaje, a lo lejos vi un par de ciervos metidos en el mar y me pareció una estampa preciosa. Cogí mi móvil sin dudar y salí a correr para poder fotografiarlos. Como estaban algo alejados de donde estaba todo el mundo, fui una de las pocas que llegó a tiempo para verlos y echarles un par de fotos y me pareció increíble estar en aquella playa con esos colores tan espectaculares viendo a dos ciervos metidos en el agua. Cuando llegó la hora de irnos, el bote del barco de nuevo empezó a dar vueltas para cogernos a todos y llevarnos a bordo. Los del barco nos dijeron que si queríamos, podíamos nadar hasta el barco y así no nos teníamos que montar en el bote. Yo decidí nadar hasta el barco y aunque al principio me pareció colilla, reconozco que me cansé bastante nadando y que tardé un buen rato, pero mereció la pena. Fui nadando y buceando desde la playa hasta el barco y vi muchísimos corales, peces y de nuevo, disfruté de sentirme tan pequeña en medio de aquella inmensidad de agua transparente. 

Llegamos al barco y tras el almuerzo, continuamos navegando. La última parada del día era en la isla de Padar, para ver el atardecer. Subimos a un monte que no era moco de pavo y desde arriba alucinamos con las vistas. Se veían tres playas separadas entre sí por montes. No fuimos conscientes de ello, hasta que escuchamos a un señor español grabándose y contando que desde ese punto se apreciaba una playa de arena blanca, otra de arena rosa y otra de arena negra. Efectivamente, ahí estaban las tres playas con sus correspondientes colores. Las vistas eran impresionantes. Nos enamoramos inmediatamente de aquel lugar. Ya sabía que las fatigas del día anterior habían merecido la pena pero en aquel justo momento lo reconfirmé sin ningún lugar a dudas. Estuvimos allí un buen rato y vimos el atardecer y cómo el cielo fue cambiando de colores a medida que pasaba el tiempo y el sol se iba ocultando en el horizonte. 

Pasamos la noche en el barco anclado en la playa de arena blanca y he de confesar que a la hora de dormir, eché de menos el balanceo de las olas de cuando estábamos navegando. A la mañana siguiente, me volví a despertar con la alarma a las 5:30am para ver el amanecer de nuevo y fue muy agradable descubrir que en algún momento de la noche habíamos empezado a navegar de nuevo y el balanceo del barco había vuelto. Subí a la cubierta y al igual que el día anterior, no había nadie arriba, así que volví a sentarme en el mejor sitio de la cubierta y contemplé de nuevo el amanecer, que fue el triple de bonito que el día anterior. Tras navegar durante un rato, paramos en un pequeña isla. La isla tenía un par de bares en mitad, un pequeño monte y se podía cruzar caminando de un lado al otro en menos de un minuto, era diminuta. En un lado de la isla había más arena para relajarse allí tumbado y en el otro, dentro del agua, había muchísimos tiburones baby que se veían perfectamente desde la superficie nadando y haciendo snorkel aún mejor. Estuve buceando un buen rato entre tiburones y de nuevo no pude evitar sentirme toda una afortunada por estar viviendo aquello. Cuando me cansé de bucear, salí del agua y vi a unos niños jugando en la orilla, empecé a jugar con ellos y con gestos y su poco inglés me invitaron a subirme a una barquita que tenían, se subieron tres niños y luego yo y uno de ellos empezó a remar con mucha energía y nos llevó a todos a dar una vuelta. Me pareció increíble estar allí montada con esos niños que se han criado haciendo eso cada día y viendo desde la superficie todos esos tiburoncillos. Lo que para mí estaba siendo una experiencia única para esos niños era su rutina diaria. Aquella fue la última parada antes de que nuestra excursión terminase y, desde luego, que no podía haber mejor manera de ponerle fin que esa. 

La experiencia del barco fue única aunque no sé si es algo para todo el mundo. Se pasan muchas horas muertas en el barco tirado en la cubierta porque no hay nada para sentarse, el sol pica mucho y si tienes mala suerte con el temporal como nosotros, un día entero navegando se hace interminable. A pesar de ello, todo lo que incluye la excursión es increíble, nadar con tiburones ballena, con tiburones baby, ver los dragones de Komodo y ver unas playas y un atardecer tan espectaculares compensan todas esas fatigas. Son unos días de desconexión completa, cuatro días sin maquillaje, sin secador o plancha y haciendo vida en bikini, sin ninguna preocupación más que la de dejarse llevar y decidir cuándo es el mejor momento para ducharse o para ir a coger la comida sin hacer cola. 

Ahora llevamos un par de días en Uluwatu de vuelta, Maido ya se ha ido y yo, por el momento, he decidido quedarme aquí hasta que el cuerpo me pida otra cosa, si es que me lo pide en algún momento porque Uluwatu me tiene el corazón ganado. 









                                 Con mis chicos. 

       Playas de arena rosa, negra y blanca en Padar.

                           Dragón de Komodo.

                           Amanecer en el barco.

                                    Navegando. 

                                Baño en el barco.

                                Tiburón ballena.
                                     Pink Beach.

                                    Tiburón baby.




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