Capítulo 18: Vuelta a Lombok.
24 Agosto 2024. Kuta - Lombok.
La decisión de volver a Lombok fue de un día para otro, el sábado me compré el vuelo para el domingo. No tuve mucho tiempo de mirar alojamiento, así que cogí uno rápidamente que era barato y tenía una puntuación aceptable en Booking. Sheila y yo volamos juntas desde Bali a Lombok y cada una iba a un alojamiento diferente en Kuta, al sur de la isla. Aterrizamos y cogimos un taxi que dejó primero a Sheila y después a mí. Nada más llegar a mi alojamiento, recibí un WhatsApp de Sheila diciendo que su alojamiento era una mierda y que se quedaría allí esa noche pero después cambiaría el alojamiento para el resto de días. Estábamos conectadas porque mi alojamiento era otra mierda incluso más grande que la suya. Mi alojamiento estaba a las afueras, en una zona llena de perros, gallinas, pollos, vacas y niños jugando. Al principio me pareció guay quedarme allí viviendo una experiencia menos turística y más local pero cuando vi la habitación cambié de opinión inmediatamente. Era una habitación ruinosa y horrorosa, con humedad, sin aire acondicionado y un baño de lo más asqueroso, por no hablar de la decoración que parecía sacada de una película de terror de los años 60. Intenté autoconvencerme de no ser una tiquismiquis pero no lo logré, tras 5 minutos mirando a mi alrededor e imaginándome una semana entera allí metida, entré en Booking y aproveché que aún me quedaba media hora para la cancelación gratuita y no dudé el pulsar la opción de cancelación, después hablé con el dueño del alojamiento y le dije que me iba. Me dio entre pena y vergüenza hacerlo pero no podía quedarme allí. Le di una propina al dueño para dejarlo más contento. Volví a Booking y vi unos bungalows en el centro de Kuta y sin dudar, reservé uno sin cancelación gratuita para una semana. Me cargué encima mi mochila de 19 kilos, mi mochila con un asa rota de unos 4 kilos y mi bolsa tote repleta de zapatos y accesorios de aseo. Intenté pedir un taxi pero fue imposible, así que le pedí a un chico local que me llevase en su moto. Cargada con todos los bártulos me subí en la parte de atrás de la moto haciendo todo el equilibrio que pude. El trayecto hasta mi nuevo alojamiento no duró más de 10 minutos pero a mí me pareció interminable. Estar en la moto con todo ese equipaje me pareció de lo más incómodo y tenía que intentar sacar fuerza para agarrarme fuerte con las piernas a la moto para no salir despedida de ella porque mis manos estaban ocupadas. Por fin llegamos y me bajé de la moto haciendo todo tipo de poses extrañas hasta encontrar la manera de bajarme. Cuando puse los pies en tierra, las piernas me temblaban de la tensión que había tenido en el trayecto. No hacer deporte durante 3 meses imagino que también tuvo que ver con el tembleque. Hice el check in para mi bungalow y el chico de recepción me ayudó con el equipaje y me acompañó hasta mi bungalow. Cuando estábamos llegando me indicó dónde estaba el baño, compartido. Mierda, Julia, se te ha pasado inadvertido al reservar el hecho de que el baño es compartido, pero no pasa nada, cualquier cosa es mejor que el alojamiento de antes. Pero no, el bungalow no era ni de lejos mejor que el anterior, de hecho, en el momento en el que lo vi, deseé retroceder en el tiempo y estar en el otro alojamiento. Otra mala decisión, Julia, la has liado por segunda vez en media hora y encima esta vez sin cancelación gratuita. Esta vez ni siquiera entré en la habitación, me bastó una ojeada desde fuera para saber que ni de coña me quedaba allí. Era una cabaña de mala muerte, con un candado en la puerta, y lo único que había dentro era un colchón en el suelo. Para nada el bonito bungalow que me había imaginado 15 minutos antes cuando reservé. Lo sé, debería haber mirado mejor las reseñas y las fotos pero cuando reservé pensé que cualquier cosa me valdría. Me volví a cargar el equipaje y me dirigí a la recepción, le dije que me iba, esta vez sin propina, bastante propina tenían ya con quedarse con el 50% de mi reserva. Cargada como una mula me dirigí al alojamiento de Sheila que, por suerte, estaba solo a 5 minutos caminando. No habría sobrevivido a otro trayecto en moto. Más tranquila allí, reservé un alojamiento para aquella noche, en el que no había más disponibilidad para alargar estancia, y otras dos noches en otro cercano para los dos próximos días. Preferí no reservar más días en un principio y hacerlo luego en bloques por si tenía que volver a cancelar. Llegué caminando de nuevo a mi tercer alojamiento y a la tercera va la vencida, no es que fuese ideal pero podía sobrevivir una noche allí sin problema. De nuevo la decoración de peli de terror de los años 60 pero está vez con aire acondicionado y algo más limpia.
Ninguna de las dos queríamos estar encerradas en aquellas habitaciones, así que nos dimos el tiempo justo de una ducha rápida y salimos a tomar algo. A pesar de que no queríamos volver a nuestros respectivos alojamientos, estábamos muy cansadas y no tuvimos remedio. En realidad dormí muy bien aquella noche. Fue peor despertarme con la regla, más mala que un perro y teniendo que hacer las maletas de nuevo, el check out y caminar hasta el nuevo hotel cargada como una mula, otra vez. Por suerte, mi nueva habitación, que supuestamente no estaría lista hasta las 3 de la tarde, estaba lista a las 12 y pude hacer el check in y entrar a mi habitación a morirme del dolor de barriga. La habitación volvía a estar decorada como peli de terror de los 60 y algo sucia y el baño daba pena pero más pena daba yo y el tener que volver a cambiarme a otro sitio, así que decidí reservar el resto de mis noches allí para no tener que volver a cambiarme de alojamiento otro día más. Era aceptable dentro de las opciones ya vistas. Ese día lo pasé casi entero en la cama, tomando un Ibuprofeno tras otro, alimentándome de la bolsa de anacardos que llevaba conmigo y racionando mi botella de agua para poder tragar las pastillas. Vale, lo de viajar y pasar un verano idílico en Indonesia suena muy bien pero cuando te encuentras mal, la comodidad de estar en casa suena aún mejor. Por suerte, el dolor de regla me dura un día, así que por la tarde ya me sentía mejor y volví a salir por Kuta con Sheila. Ya llevaba más de un día sin conducir moto y tenía mono de volver a la sensación de conducirla, así que la alquilé en mi alojamiento por unos 2.5€ para lo que quedaba de día y fui en ella el pequeño trayecto hasta encontrarme con Sheila. Lo de la moto no fue del todo buena idea porque resulta que el sábado había sido el día de la Independencia pero los niños del colegio lo celebraban el lunes, así que al salir a la calle principal con la moto, me encontré un pasacalles interminable de niños con uniformes, disfraces y trajes típicos cantando y tocando instrumentos. Después estuvimos paseando, comimos y contratamos una excursión a las Secret Gili para el día siguiente, así que parece que el viaje a Lombok empezaba a tomar forma.
A la mañana siguiente nos recogieron y nos llevaron hasta el puerto donde cogimos un barquito que nos llevó de ruta por varias islitas. La primera isla nos decepcionó bastante porque no era tan bonita como nos habíamos imaginado y el agua estaba movida, así que el snorkel tampoco fue nada del otro mundo. La segunda isla es la más famosa, es una pequeña isla que se recorre entera en cuestión de unos segundos, un trozo de arena en mitad del mar, básicamente, pero un trozo de arena muy blanca y fina, rodeado de un agua color azul verdoso que hace de ella una isla muy especial. En el centro tiene una mini tienda de madera con patatillas y bebidas y hay unas cuantas tumbonas de madera también alrededor. La última parada fue otra isla, que tampoco me pareció gran cosa. No sé si las islas no me impresionaron porque simplemente no son impresionantes o porque ya estoy tan impresionada por las maravillas que he visto a lo largo de este viaje que mis expectativas están por las nubes. Después de almorzar en la última isla, cogimos el barquito de vuelta a la orilla principal. Cuando estábamos llegando a la orilla, la marea había bajado mucho, así que el chico del barco nos pidió a Sheila y a mí que caminásemos por el agua hasta la orilla. Nada más bajar del barco, Sheila se quejó de un punzazo en el pie, había pisado un erizo de mar. Llegar a la orilla fue difícil, estábamos caminando en una especie de fango que te atrapaba los pies y dificultaba nuestros movimientos. Cuando por fin llegamos, Sheila le enseñó a los locales lo que tenía en el pie y ellos de inmediato se encargaron de curarla. Le restregaron un manojo de ajos por el pie y luego otro de ellos cogió una botella de vidrio de un zumo vacío y le empezó a dar golpecitos en lo que parecían las espinas del erizo. No hablaban inglés, así que no entendíamos qué tipo de cura era esa. Al final Sheila optó por prescindir de aquella medicina local y nos dirigimos a un hospital donde un medico le sacó las espinas y le mandó medicación para unos cuantos días.
Sheila no se encontraba muy bien del pie y además no conduce scooter (todavía) y en Lombok no hay muchas opciones de taxi, ni de moto ni de coche, así que decidió quedarse por la zona de Kuta durante los próximos días. Yo me alquilé una moto para los 3 días que me quedaban por Lombok para poder ir a la playa y explorar. Como la otra vez que estuve por allí nos hizo muy mal tiempo, a la mañana siguiente aproveché para volver a la misma playa en la que ya había estado en la ocasión anterior para disfrutar de ella sin nubes ni lluvia. El trayecto en moto fue increíble y la carretera estaba medio vacía, lo cual agradecí después de haberme pasado dos semanas en Uluwatu con un tráfico de locos. Cuando llegué, tal y como esperaba, con buenas condiciones meteorológicas, la playa era mucho más impresionante. Me pareció preciosa, así que sospeché que iba a querer pasar la mayor parte del día allí. Alquilé una tumbona y me pasé todo el día leyendo y disfrutando de las vistas. Justo al atardecer, puse fin a la lectura del libro que estaba leyendo, El día que el cielo se caiga, y verme en ese lugar tan bonito, con el sol cayendo en el horizonte, el reflejo de las nubes en los restos de agua que habían quedado de la marea alta en la orilla, la tranquilidad que se respiraba, el estar tan lejos de casa y terminar el libro con ese final tan conmovedor, hicieron que no pudiese evitar que dos lagrimones de emoción me cayeran por las mejillas y me recordaran lo afortunada que soy por estar feliz y viviendo esta experiencia. A la vuelta de la playa para mi alojamiento tenía que conducir la moto unos 40 minutos que, con lo lenta que sigo siendo, para mí fueron unos 50. Como no había querido perderme el atarceder tan maravilloso que la playa de Selong Belanak tenía que ofrecerme esa tarde, salí de la playa ya de noche. Conduje de noche, con todo a oscuras a excepción de la luz mínima de mi moto, en carreteras vacías en mitad de la nada y corriendo el peligro de que alguna vaca me saltase en mitad de la carretera inesperadamente. En todo el viaje no había sentido miedo en ningún momento pero aquella noche me asusté un poco al pensar que podría pasarme algo en la moto. Ese miedo que duró tan solo unos minutos por una mala pasada de mi cabeza, me recordó lo valiente que soy cogiendo una moto por primera vez en un país a tomar viento del mío, sola, de noche, por la izquierda y en mitad de la nada. Qué bonito es salir de la zona de confort y qué montón de sensaciones y experiencias alucinantes se descubren. El miedo se transformó en orgullo de haber sido capaz de salir de mi zona confort y montarme en esa moto, así que recorrí el resto del trayecto felizmente, disfrutando de la conducción y sintiendo el aire fresco que me rozaba por todo el cuerpo.
Al día siguiente decidí volver a la misma playa porque me había encantado y quería hacer surf ya que allí las condiciones son buenas para los principiantes. Llegué a la playa y me fui directa hacia el chico que había estado intentando venderme las clases el día anterior y al que había rechazado por tener un día de lo más perezoso. Estuve haciendo surf y de nuevo me pareció un hobby de lo más guay y completo y mi instructor era muy divertido, así que las caídas de la tabla siempre venían acompañadas de alguna risotada. No quise abusar de esa playa, así que a medio día decidí irme para la playa de Tanjuun Ann, justo en la dirección opuesta, unos 50 minutos en moto, otra vez. En esta ocasión el trayecto fue mucho mejor que la noche anterior porque era de día y podía contemplar todo lo que me cruzaba a mi paso. Ir con la moto por Lombok significa encontrarte con chabolas, tiendecillas ruinosas que venden una cantidad de productos muy reducidas, escuelas llenas de niños uniformados que te dicen adiós desde la verja, mezquitas de colores llamativos en mitad del campo, palmeras, flores, plantas de tabaco, bananos y mucha más vegetación que no sé reconocer. Más lejos de la carretera, al fondo de ambos lados, se aprecia un paisaje seco que contrasta totalmente con el verde que se ve más de cerca. Hay vacas, monos, gallinas y sus pollitos, perros, gatos y vi hasta alguna que otra rata. Las mujeres andando por las carreteras con sus velos en la cabeza y sobre esta cargando algún tipo de caja o cubo. Los hombres vestidos con sus sarones y con sus cabezas cubiertas por sombreros de paja de los que acaban en pico. Muchísimos niños jugando por la carretera o caminando solos en mitad de la nada con sus mochilas volviendo a casa de la escuela. Motos cargadas con 3 o 4 personas, niños solos conduciendo con una edad mínima, gente en la moto con el perro al frente, surferos con sus tablas de surf o locales que llevan en la moto una carga inmensa o incluso una tienda a cuestas y me asombra saber que tienen el equilibrio suficiente para llevar todo ese peso detrás. Tras ese trayecto, que se pasó volando mientras contemplaba todo a mi paso, llegué a Tanjuun Ann. Ya había estado en esa playa y, para mi decepción, la primera vez que la vi, fue por la mañana cuando la marea aún estaba alta y cuando los turistas aún no habían llegado, y me pareció mucho más bonita que aquella segunda vez. Igualmente, disfruté de estar allí tirada en un puff tomando café y leyendo. No demasiado tarde, volví a Kuta y salí con Sheila a cenar y a tomar algo. No sé lo que nos ha pasado a los dos durante esta semana pero estábamos muy bajas de energía, Sheila tal vez por la medicación para su pie y yo por la regla, así que no tuvimos ánimo para salir de fiesta ni un solo día, pero igualmente disfrutamos de cenas tranquilas y charlas infinitas.
Ayer viernes, mi último día en Lombok antes de volver para Uluwatu, fui a otra playa, la de Mawi, que tiene un acceso en moto muy complicado pero, por suerte, yo había conocido el día anterior a un chico de Barbados que se ofreció a llevarme de paquete en su moto, así que conduje mi moto hasta donde el carril de piedras empezaba y esperé hasta que él llegó y montada en su moto, agarrada atrás como si no hubiera un mañana, dando unos trotes que me levantaban el culo varios centímetros del asiento y sudando como un pollo de la tensión, llegamos a la playa, donde pasamos gran parte del día. Poco antes del atardecer nos fuimos y volví a pasarlas canutas en el trayecto de vuelta por aquel carril del infierno. Cuando el de Barbados me dejó donde había dejado mi moto aparcada, vi que estaba más limpia, el contacto de la llave estaba cerrado con su diminuta tapadera y el chisme que aguanta el móvil para el GPS estaba perfectamente colocado y cerrado y yo no había dejado nada de eso así. Resulta que aparqué la moto en una tiendecilla al inicio del carril y estuve hablando un rato con los dueños, pues uno de ellos se había dedicado a ponerme la moto a punto. Vuelvo a decirlo aunque sea una pesada, amo a esta gente. Cogí mi moto e intenté exprimir al máximo mi último trayecto por Lombok, el color del cielo pre-atardecer ayudó sin ninguna duda a que así fuese. Esa noche volvimos a salir por Kuta Sheila y yo y más tarde se nos unió Paco, el chico español que yo había conocido en mi hostel en Uluwatu y con el que ya habíamos quedado varias veces, que resulta que también estaba allí en Kuta. De nuevo, hechos unos abuelos, incluido Paco, nos tomamos un refresco y nos fuimos a casa relativamente temprano. Me despedí de ellos, a Paco quizás no lo vuelva a ver, o igual sí cuando vuelva a Cádiz de su experiencia por Australia, a Sheila la veré en unas semanas en la feria del pueblo. También me despedí de Lombok y lo hice con el sentimiento de que en esta segunda ocasión tampoco ha sido suficiente, así que no descarto que haya una tercera algún día.
Hoy es sábado y estoy de camino de vuelta a Uluwatu, decidí ahorrarme algo de dinero y en vez de pillar un vuelo pillé un pack que incluía varios taxis y un barco para llegar hasta allí. Me he levantado a las 6:30 am para hacer mi maleta y prepararme antes de que el taxista llegase a por mí a las 8:30 am. Hemos hecho casi 3 horas de trayecto en coche hacia el norte de Lombok para llegar hasta Bangsal, el puerto. El barco se ha retrasado porque hay un mal temporal, así que a la espera que tenía de un par de horas le he tenido que sumar otra hora más. Mientras esperaba, he desayunado una sopa de noodles con pollo, sí se me ha antojado eso, estoy de huevos hasta los huevos, valga la redundancia. Ahora estoy en el suelo de una oficina tirada con todo mi equipaje esperando a que nos avisen de que nuestro barco ya ha llegado para subirnos a bordo. Después de eso me quedan otro par de horas de barco y unas 3 horas más de coche una vez haya llegado a Bali. Me arrepiento de no haberme gastado unos cuantos euros más y haber volado pero ya no hay marcha atrás, seguiré esperando y con suerte en unas seis horas más, estaré en mi hotel de Uluwatu como una reina y sintiéndome como en casa para recargar la batería para los últimos días de mi viaje.
Secret Gili.
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