Capítulo 9: Último día en Canggu.

14 Jul 2024. Canggu - Bali.


Ayer cuando fui a despertar a Maido ya se había levantado, así que nos pusimos en marcha a comenzar nuestro ultimo día en Canggu. Como soy una loca de los desayunos, lo primero que hago cada mañana es buscar un buen sitio para ir a desayunar. Ayer me apetecía desayunar tranquilamente en algún sitio con buenas vistas, así que encontré un sitio con vistas a unos arrozales y no dudé que esa sería nuestra cafetería. 

Cogimos una moto Gojek cada una en dirección Cinta Café. Tardamos bastante más de lo habitual porque el sitio estaba en mitad de la nada. En el trayecto intenté sacarle conversación al conductor pero normalmente el inglés de los balineses se limita a conversaciones muy básicas, así que cuando le pregunté que dónde vivía me contestó con un “yes“. Nada nuevo, estoy acostumbrada a esas conversaciones de besugos con mis alumnos. Tenía curiosidad por saber dónde estaban sus casas porque todo lo que se ve a medida que se van recorriendo kms en la moto, es negocios y hoteles, pero no consigo apreciar muchas viviendas locales. Cuando llegamos, la cafetería no tenía ningunas vistas a los arrozales, sino a una carretera sin más. Pregunté y al parecer antes tenían otra cafetería con el mismo nombre con buenas vistas pero la cerraron. 

Tomando el desayuno empezamos a charlar con una chica española y nos recomendó un par de sitios para salir a tomar algo que tenían mejor ambiente y que seguramente no estarían llenos de guiris adolescentes. El sitio no era lo que esperábamos pero al menos habíamos conseguido información valiosa de una chica española que llevaba viviendo por la zona ya varios años. Cuando me levanté a pagar, escuché a alguien llamarme y a pesar de que creía imposible que fuese a mí, me giré y para mi sorpresa era Austen, un chico australiano que es piloto en Qatar Airways y al que había conocido en mi segunda noche en Uluwatu. Me sigo reafirmando, ¡qué pequeño es el mundo! Acordamos salir juntos por la noche, así que parecía que poco a poco se iba forjando un plan de sábado noche. 

Después del desayuno nos fuimos a la playa de Bewara de nuevo y allí conocimos a un chico español, Jose, que es catalán pero es buena gente y además es del Betis.  Fuimos a las tumbonas del día anterior y allí estaban nuestros amigos balineses con sus mejores sonrisas super felices de ver que habíamos vuelto. Les alquilamos unos cojines gigantes blanditos para estar allí tirados y se pusieron la mar de contentos, como ya éramos clientes habituales nos dijeron que les podíamos pagar lo que quisiéramos, pero en voz bajita para que no se enterase el resto de turistas a los que seguramente les habían pedido una cantidad mayor. 

Nos sentamos allí y empezamos a beber cerveza, una tras otra y tras otra. Hablamos de mil cosas e intercambiamos muchas historias. Hablando de Bali y los balineses, comenté que hacía un par de días un chico de Gojek me dijo que él nunca había visto la nieve y que nunca la vería. La mayoría de ellos nunca han salido ni nunca saldrán de la isla de Bali y aquello me entristeció. También dije que me daba pena pensar que quizás ellos nunca habían comido en uno de los restaurantes que nosotros probamos aquí a diario o nunca habían salido de fiesta como nosotros lo hacemos. Jose dijo estar de acuerdo en cierto modo pero después compartió con nosotras una reflexión que me hizo cambiar mi forma de pensar en cierto modo. Para él los balineses son gente muy feliz, que no necesita nada aparte de salud y algo para comer, que se han criado sin tener nada y a eso es a lo que están acostumbrados y que si ahora se sienten menos felices porque echan en falta tener lujos como los que tenemos los turistas, quizá sea una necesidad que les estamos creando nosotros al venir a su país. En cierta medida Jose tiene razón, no se puede echar en falta algo que no se conoce y nosotros les hemos dado a conocer unos lujos que ellos seguramente nunca puedan llegar a tener o disfrutar.

Al atardecer, seguíamos allí bebiendo cerveza, volvimos a ver un atardecer precioso y cuando se hizo de noche, el beach club de al lado lanzó fuegos artificiales. Después nos fuimos a cenar a un restaurante local y más tarde fuimos a Black Sand, el sitio que nos había recomendado la chica española. Ciertamente allí había mucho mejor ambiente que en los locales a los que habíamos ido Maido y yo los días anteriores, aunque sigo pensando que nada tiene que ver el ambiente de Canggu con el de Uluwatu. En Black Sand seguimos bebiendo cerveza y estuvimos charlando con un chico inglés sobre mil cosas, entre ellas la final de la Eurocopa de esta noche. Cuando cerraron el local, ya llevábamos unas cuantas cervezas encima y teníamos ganas de seguir la fiesta, así que nos dirigimos al famoso Old Man's. La cantidad de motos que había aparcadas en la puerta daba miedo. 

Entramos a Old Man's y allí nos encontramos con Austen. Ya estábamos los tres españoles, el inglés y el australiano. No teníamos hartura porque después de Old Man's la fiesta seguía en un garito en la playa, Sand Bar. Cuando esperábamos en la cola para entrar, Jose se dió cuenta de que no tenía su móvil, el muy despistado se lo había dejado en la moto, en el chisme este que se usa para poner el móvil con el GPS. Se fue corriendo con poca o muy poca esperanza de recuperarlo. Pues bien, se ve que unos balineses vieron el móvil entre las cientos de motos que había allí y lo cogieron y se lo guardaron en un hueco de su moto y se quedaron allí vigilando para que nadie se lo robase. Y luego la gente me pregunta que si no me da miedo viajar sola a Bali. La gente local es maravillosa aquí y como nos tratan tan sumamente bien, nosotros, los turistas, hacemos lo mismo con ellos y se respira un buen ambiente y una paz que difícilmente se encuentra en otro lugar. Tras el susto, Jose les dio una buena propina, que no quisieron aceptar en un primer momento, y luego nos fuimos a seguir la fiesta. 

Entramos a Sand Bar y terminamos la noche allí, descalzos sobre la arena, con la marea subiendo, mojándonos los pies y bailando felizmente. Maido y yo nos mirábamos y sonreíamos y, sin necesidad de decir nada, ambas sabíamos que estábamos pensando en lo afortunadas que éramos de estar allí en aquel justo momento con aquel grupo de gente tan random poniendo fin a un gran día. 

Hoy el día no ha empezado tan bien como la noche terminó ayer. Nos acostamos tarde y hoy tocaba hacer el check out, así que hemos dormido poco y ahora vamos en un taxi de camino a Ubud, muy cansadas y algo resacosas pero contentas. Cambiamos de zona y también de ambiente, Ubud es más tranquilo y está más destinado a hacer turismo, así que se acaba la playa y la fiesta por unos días y toca explorar, a ver con qué nos sorprende Ubud. 

             Nuestra amiga de las tumbonas y yo 🫶🏽

                            Parking en Old Man's. 
         Una de las motos, la de José con el teléfono.




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