Capítulo 8: Canggu en compañía.

 13  Jul 2024. Canggu - Bali.


Son las 10 de la mañana y estoy en la piscina de nuestro alojamiento tirada en una tumbona, viendo el campo de arroz que tengo frente a mí, palmeras y cometas en el cielo. Maido está aún durmiendo, así que aprovecho para escribir y ponerme al día con el blog. 

Maido llegó poco más tarde de media noche hace unos días. Nos fuimos directas a dormir tras una charla breve. Al día siguiente nos despertamos temprano y salimos a desayunar. Después del desayuno nos tocaba hacer algunas gestiones: sacar efectivo, comprar una tarjeta SIM para ella y buscar la manera de extender mi visa. Sacar efectivo fue fácil, hay cajeros por muchos lados y nosotras usamos la tarjeta Revolut, así que podemos sacar sin ningún cargo unas cuantas veces. Sacamos 100 euros, unos 1800000 IDR, vamos, lo que viene a ser un buen fajo de billetes. La SIM también fue fácil, fuimos a una tienda de Telkomsel, que creo que es la compañía más popular por aquí, y allí la chica se encargó de ponerle la tarjeta y de configurarlo todo. Yo me compré una SIM electrónica antes de venir para asegurarme de que tendría internet al aterrizar en Indonesia porque al viajar sola, me daba cosa tener que enfrentarme a algún problema y no poder acceder a internet, aunque a veces no tengo señal, en general estoy contenta, la compré online en una página que se llama Maya. Quizás es mejor simplemente comprar la tarjeta aquí en Telkomsel porque Maido pagó algo menos que yo y dispone de más GB. 

Por último llegó la tarea más dura, conseguir la extensión de mi visa. Resulta que yo necesito una visa de 60 días porque voy a pasar aquí todo el verano. Había leído que era mejor solicitar la visa de 60 días online o hacer una de 30 días online y luego extenderla online también, pero con el estrés de las ultimas semanas de final de curso, evaluaciones, preparar mi maleta para dos meses y la boda de Juanry y Moni, se me pasó hacer la visa online y la hice en persona en el aeropuerto cuando aterricé en Denpasar, Bali. La visa turista allí es solo de 30 días y me dijeron que tenía que volver al cabo de un par de semanas a una oficina de inmigración si quería extenderla otros 30 días. Yo pensé que eso sería tarea fácil y simplemente ir a una oficina, pagar y te la daban. Pues bien, Megan me había contado que fue una pesadilla renovar la suya porque tienes que dar unos 2 o 3 viajes a la oficina de inmigración para dejar el pasaporte, hacerte fotos, huellas dactilares y finalmente recoger tu pasaporte, se quedan con tu pasaporte mientras tanto, así que no puedes coger vuelos o alejarte mucho del sitio. Investigando un poco y con ayuda de la gente que vive por aquí, me enteré de que todo ese drama se podía evitar pagando un poco más, algo así como contratar a alguien para que te lo gestione todo, así que yo no lo dudé. Me puse en contacto con una cuenta de Instagram que parece que trabaja haciendo eso: Bali Surf Connection, el chico fue muy efectivo y me dio diferentes opciones, yo pagué por tenerlo hecho de 5 a 7 días laborales y pagué un extra por no tener que ir a hacerme las huellas dactilares ni las fotos. Pagué un total de 93 euros, que puede parecer mucho pero ahí va incluido el precio de la visa y me estoy ahorrando unos 20 euros por trayecto porque yo voy a seguir mi viaje moviéndome por la isla y no haber encontrado el contacto habría supuesto tener mi movilidad en la isla limitado por el tema de la visa. El chico mandó a otro chico en moto desde Uluwatu hasta Canguu para recoger mi pasaporte. Básicamente, le hice una transferencia a un tío que no conozco de nada de 93 euros y le entregué mi pasaporte a un tío que vino en moto donde yo estaba. Ahora estoy sin pasaporte y sin tener ni idea de lo que están haciendo con él pero diría que me fío al 99% de ellos. El día 20 Maido y yo salimos de la isla y necesito que me hayan devuelto mi pasaporte y que hayan extendido mi visa porque salimos de la isla a otras islas y tenemos que coger un vuelo, así que, deseadme suerte. Si vienes a Bali por más de 30 días, no lo dudes, haz tu visa online para ahorrarte todo este trámite. 

Tras tener nuestras gestiones hechas, nos fuimos a la playa de Canggu. La playa no tenía nada que ver con las de Uluwatu, es de arena negra, agua oscura y sin acantilados pero también me resultó bonita. Vimos a una mujer local poniendo ofrendas en la orilla, este tipo de ofrendas están por todas partes y consisten en una especie de cenicero hecho con hojas de cocotero y dentro ponen flores, algo de comida, que suele ser arroz cocido, un caramelo o una galleta salada, y un cigarrillo. Llamamos a la mujer y le preguntamos que para qué era eso, nos dijo que era una ofrenda a los dioses y que ellos creían que los dioses hacían las mismas cosas que los humanos, así que les daban cosas para comer y cigarros para fumar. En la isla de Bali el hinduismo es la religión más extendida, así que se ven estas ofrendas en cada esquina. Se suelen poner por la mañana, que quedan bonitas y llaman la atención pero cuando va pasando el día se van viendo los restos por ahí tirados por cualquier esquina porque se han volado con el viento o simples la gente ha sido pisándolos. Por supuesto que la mujer tenía un negocio en la playa y tras la charla, nos hizo chantaje emocional y nos vimos obligadas a hacerle algún favor, así que Maido le compró un pareo. 

Tras la playa nos fuimos a un sitio que se llama La Brisa Bali, totalmente recomendado, es un bar a pie de playa con piscina y una decoración preciosa. Después, como a ambas nos encantan los masajes, fuimos a darnos uno. Al atardecer, por casualidad, nos encontramos en el sitio correcto y a la hora correcta porque pudimos ver uno de los atardeceres más bonitos que hemos visto nunca. El cielo anaranjado con distintas tonalidades que se mezclaban con las nubes, la gente cual hormiguillas al fondo en la playa y una musiquilla de fondo que se escuchaba procedente de un beach club. De ahí nos fuimos al hotel de vuelta a ducharnos y a salir, que me habían dicho que la fiesta en Canggu está muy bien. Buscamos un restaurante de comida local para que Maido la probase y acabamos en un restaurante que se llama Inklusiv. Cuando Maido iba a pedir las cervecitas se lo tuvo que repetir 3 o 4 veces a la chica, hasta que nos hizo un gesto y comprendimos que era sorda, de ahí el nombre del lugar. Aunque había visto y oído hablar de ellos, yo nunca había estado en un restaurante inclusivo y resulta que mi primera vez estaba siendo en Indonesia, en el culo del mundo. 

Después de la cena fuimos a un sitio a tomar algo, Miss Fish, que habíamos leído que se ponía bien los jueves por la noche. Al llegar, la chica de la entrada me miró de arriba abajo y muy amablemente me dijo que no podía entrar porque llevaba chanclas, hasta para negarte la entrada a los locales son buena gente estos balineses. Inmediatamente, otro balinés que rondaba por allí se me acercó para decirme que me alquilaba unos zapatos, menuda idea de negocio ha tenido el tío. Aun así me negué, no creo que ese sitio de postureo fuese lo que buscábamos aquella noche. Nos fuimos a otro sitio, Mexicola, que desde afuera parecía un sitio muy ambientado pero una vez dentro solo tenía veinteañeros bastante borrachos y un ambiente que nada tenía que ver con el de Uluwatu. Diría que podría ser algo similar a una fiesta en Ibiza llena de guiris borrachos. Nos sentimos un poco fuera de lugar y una vez que nos acabamos la cerveza, llamamos a nuestro Gojek y nos fuimos a casa. 

A la mañana siguiente madrugamos mucho y nos fuimos a probar clases de surf por primera vez. Al parecer Canggu es un buen sitio para novatos porque las playas no tienen rocas en la orilla ni arrecifres de coral, así que los golpes al caerte de la tabla son más light. Fuimos a la playa de Berawa, era la continuación de la playa en la que habíamos estado el día anterior pero algo más bonita. Dimos nuestra clase de surf y para sorpresa de ambas, fue bastante más fácil de lo que esperábamos, nos subimos de pie en la tabla muchas veces y lo disfrutamos como niñas pequeñas, aunque Maido un poco menos porque en una ocasión la tabla le golpeó en la boca y ahora la tiene negra por dentro y morada por fuera, gajes del oficio. Todos estos días viendo a los surferos me preguntaba qué tendría el surf que los engancha tanto y, a pesar de que fue solo un pequeño primer contacto con el deporte, pude entenderlo perfectamente, estar libre en el mar subido a la tabla con esa sensación de velocidad y el mar a tus pies es indescriptible e imagino que una vez tengas esa tabla bajo control, esa sensación tan buena se triplica.  

Después pasamos el día en la playa en las tumbonas que alquilamos por un par de euros. Los chicos que trabajaban allí estaban super atentos, nos recogieron las cosas del suelo y las pusieron en alto por si subía la marea, se me cayó la botella de agua al suelo y el chico me la cogió rápidamente para enjuagarla, nos preguntaban constantemente si estábamos bien. Adoro a los balineses, en serio, son amables, risueños y buenas personas. Nos fuimos a casa pronto tras la playa porque queríamos ir a la zona de Seminyak a cenar y a salir de fiesta a La Favela, un bar al que había ido hacía unos años en uno de mis viajes por trabajo a Bali y me encantó el sitio y el ambiente. Nos pusimos guapas y pillamos Gojek para ir hasta Seminyak, que está a unos 15 minutos al sur de Canggu. El tráfico era horrible, miles y miles de motos por todos lados, el calor y el olor que desprendía tanto tubo de escape junto se te pegaba al cuerpo inevitablemente. Cenamos en un restaurante Tailandés y, al salir, vimos una discoteca en la que anunciaban bebidas gratis para las mujeres, ¿bebidas gratis? ¿y si es un timo? ¿y si nos hacen algo?, dudamos un par de segundos pero luego lo vimos claro, ¡bebidas gratis! Entramos al local y era una pequeña discoteca oscura, en la que había gente de todas las edades, algunos comiendo y otros bebiendo. Aún seguíamos dudando si lo de las bebidas gratis era cierto hasta que realmente nos sirvieron nuestros cócteles y nos invitaron a chupitos también. Parecía que era cierto pero la bebida estaba tan mala y el ambiente era tan raro, que no tardamos en irnos de allí. Fuimos a la Favela, yo estaba emocionada porque la ultima vez que estuve allí me lo había pasado muy bien y había un ambiente muy bueno. Cuando entramos, estaba prácticamente vacío y, aunque al rato empezó a llenarse un poco, nada tenía que ver con el fiestón que yo me había dado allí y con el ambiente lleno de latinos y surferos de hacía 7 años. Estaba lleno de parejas, asiáticos y rusos y la edad media era de unos 22 años. Menuda decepción me llevé y además no podía dejar de comparar esta zona con la de Uluwatu, que tanto me ha gustado. En Uluwatu habríamos estado hablando con unos y otros y allí nadie de nos acercaba ni el ambiente invitaba a que lo hiciésemos nosotras. Nos tomamos una cerveza mientras jugábamos a adivinar nacionalidades de la gente, me di cuenta de que he perdido la práctica porque cuando era azafata y estaba rodeada de tales mezclas culturales, era capaz hasta de distinguir a un chino de un coreano. Al terminar la cerveza, casi sin tener que exteriorizarlo con palabras, decidimos irnos a casa. 

Tras varios intentos fallidos de salir de fiesta en la zona que supuestamente es la más top para hacerlo, me estoy dando un poco por vencida para esta noche, que es sábado y es nuestra última noche aquí en Canggu. Aun así, tengo algo de esperanza de que haya algún tipo de giro en los acontecimientos que me haga cambiar la idea tan negativa que me he creado. Se verá en el próximo capítulo, de momento voy a despertar a Maido ya para irnos a pegarnos un buen desayuno, que eso sí que nunca decepciona. 

                                   La Brisa Bali.

                          Atardecer en Sunset Point.

                      La balinesa de las ofrendas. 

                                   Las ofrendas. 

        Desde donde estoy escribiendo ahora mismo.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Capítulo 19: Última parada: donde empezó todo, Uluwatu.

Guía de mi viaje a Indonesia.

Capítulo 18: Vuelta a Lombok.