Capítulo 3: Querido Karma, parece que empezamos a llevarnos mejor.
04 Jul 2024. Uluwatu - Bali
Esta mañana me he despertado con el ruido de las motos que pasaban junto al hostal, me he despertado algo atontada del jetlag y he tardado un par de segundos en darme cuenta de que estaba durmiendo en el cuarto de la limpieza del hostel. Lo primero que he hecho al ser consciente de quién era y dónde estaba ha sido mirar el móvil para ver si había alguna noticia de mi mochila, pero nada. Lo de dormir en el cuarto de la limpieza me ha parecido una tontería con respecto a tener que estar en Bali sin mi equipaje, a pesar de ello, lo he considerado un problema de la Julia del futuro y me he vuelto a quedar dormida. Poco después me ha llegado una notificación al móvil que me ha hecho despertarme de nuevo y ha sido la notificación que me ha alegrado para todo el día: mi mochila había llegado ya a Bali y podía ir al aeropuerto a recogerla. El día ha empezado justo al revés de cómo terminó. Al salir del cuarto de la limpieza, he ido directamente al mostrador de la recepción y la chica de la recepción parecía estar ansiosa porque me levantase para enseñarme que la reserva estaba hecha correctamente y que su compañero la había cagado sin saber por qué. Total, que he dormido en un cuarto de la limpieza porque el segurata que habían dejado a cargo de la recepción no sabía ni hacer una O con un canuto. Como estaba de tan buen humor porque estaba a punto de recuperar mi equipaje, no le he dado demasiada importancia al asunto, al fin y al cabo, he podido dormir bien y adoro a los balineses porque suelen ser encantadores y agradables y me ha dado pena crearle problemas al pequeño Dolu.
Había pensado en pedirle que me dejaran ducharme porque entre los dos días de viaje, dormir vestida en el colchón del cuarto de la limpieza y el chaparrón que me cayó antes de entrar al hostel no es que oliese precisamente a rosas pero tenía tanta ansia por recuperar mi equipaje que lo he primado por encima de mi higiene personal. He pedido un taxi con la app de Grab y al momento me ha recogido. Hemos tardado casi una hora en llegar al aeropuerto a pesar de que tan solo se encontraba a 15 km. El tráfico es horroroso aquí. La gente conduce con peculiaridad, por decirlo de alguna manera. Básicamente, el que va delante tiene ventaja sobre el resto, puede cambiar de carril o dar volantazos sin mirar al retrovisor, la responsabilidad es del que va detrás, que tiene que esquivar todo cuanto le viene. La conducción aquí trata más de tener reflejos que de aprender las normas de circulación vial. Si no hubiese sido azafata y vivido en Catar y viajado por el mundo, me habría acojonado en el trayecto, pero a todo se acostumbra uno, hasta a ver su vida en peligro.
Una vez en el aeropuerto he tenido que pasar los controles y por fin he podido coger mi mochila ¡Qué felicidad más grande! A la vuelta he tardado incluso más que a la ida pero no me ha pesado, ha merecido la pena por completo. He ido a mi nuevo hostal y, un poco asustada por los acontecimientos de la noche anterior, he entrado para hacer el check in. La vida me ha sonreído hoy porque todo estaba en orden y la habitación bonita, cómoda y limpia. Aún tenía dolor de cabeza del jetlag, así que he decidido echarme a dormir un rato. Ni que decir tengo que antes me he dado una buena ducha. Al despertarme, me he vestido y me he preparado al detalle, he metido en la mochila el ebook, el chubasquero, el cargador del móvil y la cartera, por lo que pueda pasar, está claro que cuanto más preparada salga de casa, mejor. He decidido irme a un bar en un acantilado con vistas al mar. Antes de venir a Bali intenté aprender a conducir una scooter para poder disponer de total libertad a la hora de desplazarme por la isla pero si ni siquiera me sentí segura en España en una calle ancha y complemente sola, coger la moto en Bali y en una zona tan concurrida habría sido un suicidio asegurado, así que para llegar allí he usado la app Gojek, toda una maravilla, es un Uber de motos super barato. Me ha costado 0.80 céntimos recorrer 8 km. Además la app tiene un chat con el que puedes comunicarte en todo momento con tu conductor y traduce los mensajes de inglés a su idioma y viceversa. Por supuesto que he ido sin casco y arriesgando de nuevo mi vida. Casi todo el mundo se desplaza en moto por aquí, así que nos hemos cruzado con miles de ellas. Se distingue perfectamente quienes son los locales porque siempre suelen ir 3 o incluso 4 personas en la moto, incluyendo bebes y niños y por supuesto que sin casco. Ver esas barbaridades me hace pensar en el poco aprecio que tienen por su vida o quizás lo poco conscientes que son de que ir así es peligroso, pero como siempre digo, se han criado así y esa es su normalidad. Cuando me he bajado de la moto en Single Fin Bali, el bar con las vistas, había una cantidad de motos aparcadas en la puerta que asustaba. He entrado al bar y, a pesar de que cuando era azafata solía hacerlo a menudo, me he sentido algo fuera de lugar entrando en un bar sola para tomarme una cerveza. He visto un hueco en una barra justo delante del mar y le he preguntado a la chica rubia de al lado que si estaba ocupada a lo que ella ha respondido que no, me he sentado a su lado y de esa pregunta ha surgido una conversación y he pasado toda la tarde tomando cervezas Bintang con la chica eslovaca, viendo el atardecer y charlando de mil cosas. Me encanta lo fácil que es conocer gente cuando se viaja y lo fácil que resulta abrirse con gente desconocida, imagino que será porque no te conocen de nada y eso da pie a que no te juzguen por nada. Después hemos ido a cenar juntas a un restaurante local y cómo no, me he pedido un Nasi Goreng, que es el plato típico de aquí y el que más me gusta. Es arroz con verduras, huevo frito y pollo. Más tarde nos hemos despedido, no sin antes intercambiar contacto para vernos mañana, y hemos pedido una moto taxi cada una. Mi taxista venía algo borracho o drogado porque hablaba sin sentido y hacía ruidos extraños. En un momento dado me he empezado a asustar porque iba en la moto, en una carretera oscura entre árboles en mitad de la nada con un desconocido que no está muy bien de la cabeza pero solo ha sido un susto, he llegado a casa sana y salva y aquí estoy tirada en mi cama más feliz que una perdiz por ver cómo el viaje empieza a tomar la forma de lo que esperaba y me había imaginado.
Mi felicidad
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