Capítulo 10: Ubud, nos volvemos a ver.
17 Jul 2024. Ubud - Bali.
Ya llevamos tres días por Ubud pero no hemos parado y no he tenido tiempo de pararme a escribir, así que hoy, que decidimos pasar la mañana tranquilamente en el hotel descansando un poco, me he venido a la piscina a poner al día el blog. Son las 11 de la mañana y estoy en una tumbona con la piscina delante, rodeada de naturaleza y escuchando el agua cayendo de una fuente preciosa de piedra que hay a unos metros de mí. Acabo de desayunar aquí fuera en la piscina unos huevos revueltos, pan tostado con mantequilla y un café balinés, que no me hace mucha gracia pero no me puedo quejar, tenemos el desayuno incluido en el alojamiento y estamos pagando unos 10 euros la noche cada una.
El domingo llegamos bastante cansadas a Ubud tras la fiesta que nos habíamos dado en Canguu la noche anterior. Decidimos echarnos una siesta y descansar y para las 5 de la tarde nos pusimos en marcha. Jose, el catalán, también venía para Ubud, así que quedamos con él y fuimos a caminar por el paseo de Campuhan Ridge, un camino en la naturaleza al que se llega a pie desde Ubud y que ya había hecho hacía un año cuando estuve por Ubud en Navidad. Fue un paseo tranquilo y al llegar al final, nos sentamos a tomarnos unos zumos naturales y comer unas tortitas que sepa Dios qué llevaban pero que estaban muy buenas mientras veíamos el atardecer a través de una inmensidad de árboles y palmeras que se alzaban delante nuestra. Después nos fuimos a dar un paseo por el centro de Ubud y estaba llenísimo de turistas, no tenía nada que ver con la Navidad anterior, los turistas se han triplicado. Cenamos comida local, como siempre porque nos encanta, y nos fuimos hasta un local que nos habían recomendado para ver la final de Alcaraz y la final de la Eurocopa. Al entrar, no quedaban mesas libres y un chico español que estaba solo en una mesa se ofreció a compartirla con nosotros tres. Yo seguía muy cansada, así que di por hecho que no iba a aguantar hasta las 3 de la mañana despierta para ver el fútbol. Maido y yo aguantamos lo justo para ver el tenis mientras que el chico español, que vive en Bali y su familia ha vivido también aquí durante mucho tiempo, nos contaba un montón de cosas interesantes sobre los balineses y después nos vinimos para el hotel a dormir. Nuestra intención era poner la alarma para ver el fútbol en la habitación pero al caer en la cama descartamos la idea por completo y solo fue a la mañana siguiente cuando supimos que España había ganado 2-1.
El lunes madrugamos y empezamos nuestra ruta por Ubud, con Jose, por supuesto, que se nos ha pegado como una lapa pero que nosotras aceptamos de buena gana. La primera parada fue el santuario de los monos, un paseo al aire libre en el campo decorado con esculturas de monos y en el que se pueden ver monos a cada paso que das. Me parecieron menos agresivos que los que había en el templo de Uluwatu, así que lo disfruté más. Un mono le abrió la mochila a Maido y le robó una botella de agua que cual humano abrió pero que no se bebió. La segunda parada fue a unos arrozales, nos paramos en los más populares de la zona, Tegallalang, que estaban llenos de turistas, pero me decepcioné mucho porque estaban marrones y no verdes y eso hacía que todas las vistas perdiesen su encanto. Cuando estuve en Navidad estaban muy verdes porque era la época de lluvia aquí. Había investigado un poco antes de llegar y vi que había otros arrozales muy cerca que no eran tan turísticos, Cekingan, así que nos fuimos allí y para sorpresa nuestra estaban mucho más verdes y bonitos y apenas había gente. De verdad que los turistas somos marionetas y vemos y hacemos lo que nos venden los locales o lo que nos venden las redes sociales e internet. Paseamos por los arrozales y nos sentamos en una mesita arriba del todo a bebernos un coco disfrutando de las vistas. Por último, fuimos a Tirta Empul Temple, un templo en el que los turistas pueden meterse en el agua para purificarse aunque nosotros no tuvimos lo que hay que tener y no nos metimos porque hacía fresco y ya estaba atardeciendo. Seremos unos impuros toda la vida. Para finalizar el día nos fuimos a darnos un masaje y fue el mejor que me he dado en mi vida, fue un masaje de 75 minutos por todo el cuerpo e incluía piedras calientes, me sentó de maravilla. Me costó 150000 IDR, unos 9.5 euros. Tras el masaje, aún con el cuerpo lleno de aceite, y atontadas, Maido y yo nos fuimos a cenar a un sitio un poco ruinoso que había al lado de los masajes y nos comimos una sopa de noodles similar al ramen que nos costó 2.5 euros a cada una. Con nuestra sopita caliente en el cuerpo y relajadas del masaje, nos volvimos al hotel listas para dormir muy temprano porque a las 2:30 am venían a recogernos para hacer una excursión al volcán Batur.
Dormimos unas 3 horas y nos despertamos con más sueño del que teníamos antes de acostarnos, pero todo era por una buena causa: ver el amanecer desde la cima del volcán Batur. El conductor nos recogió en el hotel a las 2:30 am y también a Jose en el suyo después. Hicimos alrededor de una hora de trayecto en coche de dudosa seguridad porque el conductor pegaba un volantazo cada 200 metros. Llegamos abajo del volcán y allí nos dieron el primer desayuno que era banana frita, estaba muy buena y yo me comí mi parte y la de los demás, después me arrepentí un poco porque la banana frita me iba a salir por las orejas subiendo al volcán. Empezamos la subida al volcán completamente a oscuras, con una linterna que Güidi, nuestro guía, nos había dado. Tras un par de horas subiendo, se empezaba a ver la cima del volcán y también los destellos del sol empezaban a asomarse levemente tras las montañas. Eran sobre las 5:40 am cuando llegamos arriba. Se veía todo aún bastante oscuro pero en el horizonte este se veía una luz roja radiante asomando que se iba haciendo cada vez más tenue a medida que se alejaba del horizonte y se aproximaba a la oscuridad de la noche y las estrellas. Güidi nos dio una alfombra y nos sentamos sobre ella a esperar para ver el amanecer. Hacía mucho frío y estábamos tiritando, deseosos de ver el sol salir, no solo por el espectáculo que supondría sino también para que nos calentase. Güidi nos trajo el segundo desayuno, era pan Bimbo con banana espachurrada dentro y un huevo duro recién cocido para cada uno. Nos comimos el sándwich de banana y nos metimos los huevos duros por las camisetas para entrar en calor, pura supervivencia. El sol empezó a salir y fue una sensación maravillosa, la luz que emitía iba descubriéndonos el paisaje y, a pesar de que yo ya había hecho esa excursión, me sorprendió casi tanto como la primera vez. Debajo nuestra se veía todo verde y muchas casitas esparcidas por allí que quedaban separadas de las montañas que se veían frente a nosotros por un lago. Cuando el sol ya había salido completamente y nuestro huevo duro ya estaba frío, nos lo comimos de postre. Después del amanecer entraron en acción los monos, que venían a comer los restos del desayuno de todos los turistas que estábamos por allí. Tras disfrutar de aquellas vistas deslumbrantes, una foto por aquí y otra por allá y un mono aquí y otro allí, comenzamos el descenso del volcán y sobre las 9 am estábamos ya en el coche camino de vuelta a Ubud. Nos paramos a comer un tercer desayuno, que estaba delicioso, en Watercress y sobre las 1 pm ya estábamos otra vez acostadas. Sobre las 6 pm salimos a dar un paseo por Ubud y asistimos a un Kecak, un espectáculo de baile típico balinés, que nos pareció muy entretenido al principio pero que después de 15 minutos se volvió algo monótono, aun así, lo recomiendo porque es algo muy curioso de ver. Tras una deliciosa cena de sushi nos volvimos al hotel a dormir de nuevo y esta vez sin alarmas ni horarios, necesitábamos recuperar energía y aquí estoy ahora con la batería a tope para empezar un nuevo día.
Monillos en el santuario antes de robar el agua.
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